La doma en S’Hort Vell
Los profesores eligen cada caballo para el nivel del alumno y el trabajo a realizar, explicando las características del ejercicio, el porqué de la dificultad que encierra y la forma más adecuada de resolver cada punto de aprendizaje. Ya en el momento en que se lleva del diestro el caballo desde su paddock al área de preparación, se debe entablar una relación mutua basada en la seguridad; la del caballo que sabe que no se le pedirá lo que no puede hacer, y la del alumno que sabe que el caballo reaccionará siempre de forma previsible. El respeto mutuo es la base de Fundació S’HORT VELL, también con los caballos.
Poco a poco se van trabajando las diferentes figuras, los aires, las transiciones, las paradas… Siempre de forma relajada, sin querer precipitarse; dialogando con el caballo a través de las ayudas que se van aprendiendo; ganando confianza en las capacidades, que van aumentando, y siendo conscientes de cada orden que se da al caballo, verificando que realmente existe ese diálogo y que ambos miembros del binomio jinete-caballo saben lo que está comunicando el otro.
El sistema que acabamos de exponer nos sirve desde los más jóvenes y debutantes hasta los más avanzados jinetes, cada uno en el nivel de dificultad que tiene su propio entrenamiento. Los niños juegan pero al mismo tiempo son conscientes de los errores que han cometido en el manejo o en el uso de las ayudas. Saben desde la primera clase que con fuerza y dureza no se consigue nada y aprenden en cada clase el lenguaje correcto que deben emplear con sus nuevos compañeros: los ponis y los caballos.
Un poco de historia
Desde el momento en que los caballos se usaban para los más duros servicios en la guerra, su “puesta a punto” debía ser pronta (caballos jóvenes) y rápida (para cubrir las bajas). Todo ello obligaba a que las personas encargadas de esta preparación fueran a su vez soldados bajo una importante presión y con un total desconocimiento de la ciencia que hoy conocemos, llamada etología. Los caballos se “domaban” utilizando la dureza, la fuerza. Probablemente por ello se utilizó el término “doma”, totalmente desafortunado, ya que el caballo como ser vivo no precisa ser “domado”, sino “enseñado”, al igual que los humanos. Como en el caso de nuestra especie, el caballo valora más el premio como estímulo positivo de aprendizaje, que el castigo.
A partir de la Edad Media, aparece la tendencia de mejorar el conocimiento del caballo por parte de los oficiales de los ejércitos europeos, y comienza lo que, salvo en España, en toda Europa se denomina dressage, término francés más adecuado, que podríamos traducir como adiestramiento. Con esta idea, con la creación de la “Alta Escuela Española de Viena”, fundada en 1572, y la “Escuela Portuguesa de Marialva” y la “Escuela Francesa de Versalles”, ambas del siglo XVII, se inicia lo que en nuestros días denominamos Doma Clásica.
La doma, hoy
La tendencia de la doma clásica en las áreas más avanzadas dentro de lo que podemos llamar cultura ecuestre viene reforzada por un profundo conocimiento de la etología equina, la biomecánica del caballo, una alimentación y manejo adecuados al esfuerzo físico y mental que deben desarrollar los caballos y, finalmente, el respeto que aquellos que practican esta disciplina sienten por los caballos.
La irrupción de esta nueva realidad en la doma clásica consigue resultados excelentes sin tener que aplicar técnicas agresivas a los caballos. Con ello se logra, además, mantener más tiempo la capacidad del caballo y del jinete, trabajar con más armonía, usando con inteligencia los recursos que tienen tanto caballo como jinete, y alcanzar con sencillez, elegancia y naturalidad, la perfección.
Junto con el concurso de salto de obstáculos (CSO) y la prueba de cross country, la doma clásica forma la disciplina olímpica llamada Concurso Completo de Equitación (CCE).